La responsabilidad de periodistas y comunicadores en momento de convulsiones globales

A principios de septiembre toda la prensa económica europea se hizo eco de que el IFO, el índice que mide la confianza de los empresarios en Alemania, bajó en agosto hasta los 94,3 puntos, frente a los 95,8 puntos que marcó en julio, un nivel muy inferior al de comienzos de este 2019. “Una caída mayor de la esperada por los analistas” destacaron los periódicos. A partir del nivel 100 se considera que la economía está en fase de clara de expansión.

Desgraciadamente son muchos los titulares negativos, e incluso tremendistas, que ocupan las primeras páginas de los diarios económicos y generalistas últimamente.

Brexit, guerra comercial, cambio climático, cambios tecnológicos en el sector del automóvil, burbuja inmobiliaria, bancos centrales sin munición para reactivar la economía, etc. Los mismos titulares se pueden encontrar en Iberoamérica.

Sin duda, muchos empresarios cuyos negocios están ligados a la economía germana habrán pensado, tras leer estas informaciones, que en los próximos meses sus negocios podrían verse afectados por el frenazo alemán, aunque por el momento no lo hayan notado. Incluso empresarios de países como Portugal o España, que aun crecen por encima del 2%. Y los más conservadores incluso, a tenor de los datos, retrasarán compras y contrataciones.

A estos empresarios se le pueden unir aquellos lectores-consumidores que tras leer la avalancha de “bad news”, y aun pudiendo permitírselo, decidan no comprar un nuevo automóvil diésel, por aquello de que no se sabe muy bien si esta tecnología es la del futuro o que retrasen la compra de un nuevo piso porque “igual viene una recesión y lo puedo comprar más barato”. Obviamente, aquellos que dejaron de ser contratados “por precaución” tampoco podrán aumentar su gasto.

Ha quedado ya demostrado en muchas ocasiones por los teóricos de la “economía del comportamiento”, que el optimismo o pesimismo es un factor clave en la marcha de la economía.

Por eso, y haciendo un juego de palabras con las famosas “fake news”, hay que tener cuidado con las “bad news”, sobre todo por parte de periodistas y comunicadores. Las crisis llegan y las malas noticias están ahí. Pero todos los profesionales en la gestión de los mensajes deben ser conscientes de su responsabilidad.

¿Se imaginan que Mario Draghi no hubiera dicho aquello de ”haré lo que haya que hacer, y créanme, será suficiente.”?. Quizás Europa sería diferente ahora. Pocas veces una frase fue tan decisiva para cambiar el destino económico de millones de personas. Ya decía Nietzsche que “con la palabra diablo se consiguió crear un enemigo poderosísimo.” Y más en estos tiempos donde la economía, la política y la comunicación están intrínsecamente relacionadas, hasta el punto de que cada vez es más difícil separar una de otra.

“Un tweet tuyo bastará para salvarme”, se podría decir, o en el caso de Trump, para mover las bolsas y cambiar los mercados. Y aunque este sea el caso más extremo de este mundo global, cada palabra y cada titular que los profesionales de la comunicación (periodistas, comunicadores, políticos) cuenta en la creación del estado de ánimo que crea la realidad que vivimos y construye nuestro futuro en gran medida.

Se habla de la “economía de los datos”, pero se podría hablar también de la “economía de la comunicación”. Muchos líderes harían bien en controlar sus impulsos antes de twittear. Y los periodistas, expertos y comunicadores también tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Lo cual no significa que no haya que contar la realidad como es, con toda la parcialidad que los humanos seamos capaces y exige nuestro oficio.

Pero en estos tiempos de las audiencias instantáneas y de la necesidad de informaciones atractivas para ser “virales” en las redes o de conseguir titulares llamativos, merece la pena reflexionar unos minutos antes de lanzar cualquier mensaje. Más aun por el efecto multiplicador de las redes sociales.

Lo mismo se puede decir de los infografistas, quizás el oficio con más poder dentro del gremio de los comunicadores. Un índice con la escala cortada, para destacar aún más la caída (o la subida) de una moneda o de un índice bursátil, y llamar la atención puede ser una forma de captar lectores o audiencia, pero es también una forma de alejarse de la imparcialidad que nuestro oficio exige.

En este sentido, y sin poder obviar la realidad política y económica que vivimos, este año hemos querido dedicar el premio a premiar artículos en positivo. Por eso buscamos artículos cuyo tema gire en torno a la “innovación y tecnología para el desarrollo económico de Iberoamérica, a sabiendas que en la región existen muchos éxitos y casos positivos en ambos campos.

Y, por aquello de que hay que dar ejemplo, hemos incluido una nueva categoría de premio al medio iberoamericano que haya desarrollado la mejor iniciativa innovadora. Conocemos muchos casos, y esperamos contar con el mejor en nuestra gala de premiación de este Premio de Periodismo que después de ocho años se prepara para celebrar su IX aniversario en 2020 con especial ilusión.